viernes, 13 de noviembre de 2015

La culpa se evapora

octubre 23, 2015

    ¿Qué es la culpa sino un arma mortal, la más letal de todas? Ser culpable y ser víctima, ambas caras de la misma moneda, el punto máximo de la manipulación. ¿Culpable de haber actuado con arrebato, sin discernimiento? ¿Culpable por ahora sentir, ver, evidenciar que mi actuar no debió haber sido, que causó daño, que ahora me causa vergüenza?

    Al ver y discernir, en este mismo momento, en este preciso instante, no hay culpable y no hay víctima, el daño se disuelve, la culpa se evapora y se transforma, se convierte en el más puro amor por mí y por los demás.

    Si yo soy culpable, todos lo son. Al verme inocente, veo un mundo de gente inocente y transformo la culpa en perdón. ¿Quién soy yo para juzgarme? Al juzgarme, estoy juzgando a toda la humanidad, a cada ser humano que habita el planeta en el que vivo. 

    ¿O no es que vine a este mundo para emanar y dar amor? Entonces, ¿porqué juzgar y medir acciones con la vara implacable del austero y moralista juez, de ese juez que me carcome el cerebro una y mil veces, el que me quiere enseñar qué debo y no debo hacer, el que me atrapa en el ''qué dirán'', en el comportamiento de la ''apariencia'' social?

    O somos todos culpables, o somos todos inocentes. Una vez que vi, que entendí, el juez se disuelve, se va, se retira a molestar a otros cerebros que aun creen en la ilusión. A mí me deja tranquila. Juez, ya no soy ignorante, ahora soy inocente, libre de toda culpa. Me perdono a mí misma y a los demás de cualquier acción realizada en total ignorancia de la Verdad eterna.

    Me comprometo a actuar con discernimiento y usar el sentir junto con la razón, sin permitir que uno domine al otro, entendiendo los motivos de mi más profundo sentir y actuando acorde, sin lastimarme a mí ni a los que me rodean, siendo justa y amorosa, no avasallando ni permitiendo que me avasallen, esperando cuando deba hacerlo, pero sabiendo, teniendo conciencia de porqué lo hago.

    Si voy adentro, si entiendo, si me conozco, si veo mis pensamientos y logro cambiarlos, genero un cambio de actitud que produce un cambio de destino. Si cambio mis hábitos, cambian mis pensamientos y mi actitud, si cambia mi actitud y mi forma de ver el mundo, cambia mi destino.

    Me comprometo a andar por la vida con conciencia, transformando a mi paso la ira, el rencor, la culpa, la vergüenza en sus opuestos con la más pura luz de la Verdad y el discernimiento.

    Dios, dame la facultad de sentirme abundante, rica, verdadera hija tuya, merecedora del infinito Amor que emana de tu energía divina. Dame la capacidad de verte y sentirte dentro mío, en ese espacio divino que comparto con mis hermanos y compañeros de camino. Dame el entendimiento, la visión para usar menos la razón, cuando sea necesario, para dar paso al sentir, al corazón, a la intuición, al olfato y al estómago, que siempre me indican hacia donde ir y muchas veces no logro oír por estar sólo atenta a mi propio ruido mental.

    Dios, me entrego, me abro, permito que seas mi guía, a escucharte sólo a vos, a la sabiduría eterna, a mi única guía, a esa que reside en mi corazón. Al entregarme a vos, permito que la energía divina, que la luz eterna me bañe y me llene, me colme, me haga sentir plena y merecedora de transitar este mundo en paz y amor, diferenciando la ilusión de la realidad, dándole el justo valor a mis emociones, aceptando que son mi guía y no mi rey, sabiendo que yo soy el rey que las interpreta y domina.

    Dios, te entrego mis emociones, me entrego, me dejo llevar sólo por tu Amor Divino, sólo por tu Luz. Suelto, largo, dejo ir, libero a mi mochila de su pesada carga, de sus ropas viejas, de los cúmulos de emociones, sentimientos e información guardados, archivados hace miles de millones de años. Vuelvo a nacer, pura, inocente y limpia, sin carga, liviana y dispuesta a comenzar de nuevo en esta misma vida.

    Soy un recién nacido, libre de culpa, de rencores, de falsos juicios basados en la ignorancia. Al sentirme pura e inocente, veo un mundo puro e inocente. Dios, dame la gracia de poder vivir así, como un bebé inocente que no juzga, no recrimina, no miente, no esconde, no manipula, sólo vive, sólo es, sólo emana y refleja paz y amor incondicional.

    Dios, quiero ser ese bebé que no tiene miedo, porque no lo conoce ni lo registra, sólo siente Amor y por ello siente Paz.

    Gracias Dios por concederlo todo. Abro mis brazos y recibo para luego dar.

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